miércoles, 28 de diciembre de 2016

Violencia

"Él la golpeaba.
Bueno.
Quizá no usaba las manos.
Pero pegaba duro con los ojos, pateaba fuerte con las palabras y ahorcaba con el desprecio y la indiferencia hasta dejarla sin respiración.
Parecía que disfrutaba el verla perdida, dependiente, triste... apagada, casi sin vida.
...
A veces ella pensaba... Pensaba que quizás hubiera preferido una paliza antes que una sola de esas miradas heladas llenas de desdén. Al menos (se decía a sí misma), las palizas son claras. Las palizas muestran odio. Las palizas se denuncian. Pero.... ¿una mirada? ¿Cómo explicar? ¿Quién puede describir el dolor que se siente cuando una de esas palabras te hielan hasta los huesos?
Todos hablan de violencia.
Y lo cierto es que no es nada nuevo.
Pero, estos días, comienzan a nombrarla más, a hacerla más visible... y el panorama es más esperanzador.
Animan a las víctimas a hablar, a escapar, a entender... a saber que no son las únicas, a saber que no son débiles...
Acoso moral. Psicopatía. Perversiones. Abuso psicológico...
Cuando se piensa la violencia se la imagina en rostros desfigurados, en asesinos bajo locura, en amenazas y golpizas... pero, existe una violencia mucho más sútil, que poco a poco va sometiendo a la persona hasta apagar su vida. Y se disfraza de normalidad, conviviendo mezclada entre nosotros.
Y si bien esta violencia, en su mayoría, no deja rastros en el cuerpo, ella destruye el alma hasta dejarla hecha millones de pedazos y pedacitos.
Como la de ella.
Ella que no comprende y justifica.
Él la rompía. Una y otra vez, la rompía. Sin ningún tipo de pudor, sin ningún tipo de piedad.
Ahí empezaban las preguntas. Y ella se preguntaba "¿qué hice mal?"
Algún motivo debía haber.
Él, que era brillante, comprensivo, caballero, seductor, educado, encantador -ante los ojos de los demás-, algún motivo debía tener...
"El problema debo ser yo", se decía.
Pero no.
Mentira.
Ella no tenía ningún problema. O sí lo tenía; estaba llena de felicidad y de amor. De alegría, de ganas de dar. Y él la admiraba. Tanto que decidió destruirla... Esa era su enfermedad. Como a él lo destruyeron en su vida, él destruía a quienes amaba... No sabía otra forma de ser.
Y ella no entendía. Su cabeza negaba. Tanta brutalidad no entraba en su mente... tanto sadismo. Tanta frialdad...
Él se disculpaba. Decía aquello que ella quería escuchar. Prometía que iría a cambiar. Y luego volvía a lastimarla. Y cada vez el golpe era mayor. Y las fuerzas disminuían.
Ella cada vez se sentía más pequeña, más aislada, más sola e incapaz de escapar.
Trataba de ser más amorosa... "Es su infancia difícil, es tanto dolor, los abusos de cuando era chico... No sabe... no puede...", justificaba. El amor sana. El amor sana, se repetía. Lloraba y gritaba ¡El amor sana! Pero no. No servía. El amor no sana cualquier cosa. A veces, el amor intensifica la violencia. El amor no sana la locura..."
Daiana Odaia Slipak.

Decíle NO a la violencia de género. Denunciala. Llamá gratuitamente al 144.
#niunamenos

1 comentario:

  1. Que razón tienes el me destruyó de tal forma que las secuelas perduran en mi llevándome a una depresión uncurable

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