“¿Cómo puedo saber cuándo debo intervenir y cuando debo alejarme?
Y Menjak le contestó:
Como un auto que no arranca por sí mismo, por no tener suficiente batería, que alguien nos empuje un poco cuando estamos inmovilizados, puede hacer que recobremos velocidad y podamos volver a funcionar.
A veces, necesitamos una persona a nuestro lado que nos empuje. A veces, no podemos solos…
Sin embargo, hay que tener muy presente la naturaleza de la persona. Hay personas que si se las empuja, si se las apresura, se averían, sufren, y puede ser contraproducente. Incluso, si un auto tiene puesto el freno de mano, empujar lastimará a quién desea ayudar. Con estas personas, lo mejor que podemos hacer es esperar que su batería se recargue sola, o encuentren forma de hacer los cambios necesarios por sí mismas.
El amor no se mide por la cantidad que se brinda, sino por la calidad. A veces, la ausencia es amor. A veces, quedarse al lado, sin hacer nada, es amor. A veces, el silencio ayuda más que mil palabras, y una mirada comprensiva puede llenar el alma.
Entender lo que el otro necesita, por fuera de lo que nosotros queremos, es el primer paso para poder ayudarlos. Estar cerca, disponibles, con los brazos listos para acudir a empujar ante el primer llamado, es lo mejor que podemos hacer por quienes amamos…”
Daiana Slipak.
miércoles, 5 de agosto de 2015
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