miércoles, 5 de agosto de 2015

Viejas heridas

"A veces los golpes o respuestas de la vida no son tan fuertes pero, debido a viejas heridas, se sienten con mayor intensidad. 
Imagina que alguien agarrase bruscamente tu brazo. Quizás sentirías una molestia, pero no mucho más. Ahora, imagina que alguien agarrase bruscamente tu brazo herido. Sin dudas, saltarías de dolor, gritarías, llorarías, acusarías al otro de haberte dañado... 
Esta es una gran verdad: tanto mayor sea la herida, mayor será el dolor que te genere el contacto.
¿Acaso te das cuenta? El dolor no es proporcional a lo que nos sucede, sino al registro que nos ha quedado en el cuerpo, producto de la experiencia. A veces pequeños actos o palabras nos hacen estallar de rabia, de bronca, de angustia, o de sufrimiento. Pero no son estos actos los que lo producen, sino roces de viejas heridas del pasado que no hemos podido curar.
Si no logramos sanar las huellas que quedaron en nuestra memoria, difícilmente podamos dejar que nos abracen..."
Daiana Slipak



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