miércoles, 29 de octubre de 2014

Abrir el puño.

"Venimos a este mundo con el puño cerrado. Parte del proceso de la vida se trata de poder comprender que nada nos pertenece, y por sobre todas las cosas, aprender a soltar, ya que, tarde o temprano, todo se nos terminará escapando de las manos. Debemos poder ver la bendición en las cosas que tenemos en tiempo presente ya que, ¿quién nos garantiza que estarán mañana disponibles? Por más que nos engañemos, y no queramos verlo, todo se nos termina yendo. Todo, salvo el amor. Eso es lo único que podemos retener. No en las manos, sino en el corazón. El amor es lo único que cuando se comparte se multiplica. El amor es lo único que no tiene límite en el dar. El amor es lo único que trasciende al tiempo.
Del mismo modo que el bebé viene con las manos cerradas, quien se muere va al cielo con las manos abiertas. Esto viene a mostrarnos que debemos trabajar en esa transición. Debemos aprender a abrir nuestras manos, para dar, para brindarnos, y para poder entregar nuestro corazón. No es la naturaleza del hombre, no nacemos sabiendo hacerlo. Es un proceso que requiere crecimiento y desarrollo personal.
Es inútil quedarnos fijados en aquello que no podemos cambiar; intentar mantener el puño cerrado por mucho tiempo, genera dolor muscular y tensión. Además, inutiliza todas las capacidades que podríamos aprovechar, como lo son el agarrar, el abrazar, el acariciar….
Recuerda, dijo Menjak: si ya no te sirve aquello que tienes agarrado, y no lo sueltas, difícilmente puedas tomar lo que la vida te ha preparado”. Daiana Slipak.

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