“¿Por qué alejamos a las personas que nos hacen bien y elegimos a quienes nos lastiman?, preguntó una mujer.
Y Menjak le contestó:
Aquella es una de las tantas extrañas costumbres que tienen los seres humanos. Sin embargo, existe una lógica muy simple para explicarla. Todas las personas llevamos dentro nuestro una vasija interior. Imagina que la misma es como una habitación, la cual puede, o no, estar iluminada. Cuando alguien te hace bien, significa que esta persona al cuidarte, al contenerte, al respetarte, está dentro de tu habitación con una vela encendida. Hasta ahí, no hay problema alguno, sin embargo, este se produce cuando nuestra habitación no tiene luz propia. Si nosotros no estamos bien iluminados por dentro de manera independiente, el único contacto que puede darnos un poco de luz se produce a través de esta gente. Y, como ocurre efectivamente, ninguna persona puede vivir alumbrando a otra todo el tiempo, ya que también necesita individualidad. En los momentos en los que la persona que nos hace bien se aleja, nuestra habitación vuelve a quedar a oscuras. Y ese contraste es tan, pero tan, doloroso, que hace que prefiramos dejar de compartir pequeños momentos de luz/oscuridad, para no ser conscientes permanentemente de nuestras carencias. En definitiva, se puede preferir vivir a oscuras que alternar estados completos y vacíos. Es por eso que, si nosotros no estamos bien iluminados, buscamos compañías que tampoco lo estén. Por la comodidad, porque resulta doloroso enfrentarse a la propia oscuridad, porque la luz del otro nos recuerda que estamos muertos y no nos hacemos cargo, porque duele y cuesta encendernos.
No es fácil entrar en el propio alma y hacerla brillar. No es cierto que todos sabemos ser felices. Cuesta, y cuesta mucho. Lo bueno es que, si tenemos personas luminosas cerca, a lo mejor, podemos enfrentar juntos el enorme desafío. Primero hay que tomar la decisión de volver a encendernos (o encendernos por primera vez). Una vez que esa decisión esté tomada, de la mano de quiénes nos alumbren, podremos ahorrarnos muchos golpes a ciegas hasta llegar a nuestro propio interruptor y presionarlo. Con personas que nos amen y nos quieran bien, todo se vuelve mucho más simple”. Daiana Slipak.
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